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9 min de lectura

De Web 2.0 a Web3: internet como lo conocías va a cambiar para siempre

De Web 2.0 a Web3: internet como lo conocías va a cambiar para siempre

Internet está reinventándose. Si la Web 1.0 fue el escaparate estático de la información y la Web 2.0 trajo la era de las redes sociales y la participación masiva, la Web3 representa el salto hacia una red descentralizada, donde los usuarios no solo consumen contenido, sino que poseen sus datos, activos y reputación digital. Es un cambio profundo en la estructura técnica, económica y social de la red, que redefine conceptos como la propiedad, la identidad o la confianza.

Hoy, millones de usuarios interactúan con plataformas centralizadas que gestionan sus datos, transacciones y relaciones digitales. Pero esa centralización, que permitió la expansión de Internet, también ha traído dependencia, falta de transparencia y pérdida de control sobre la identidad digital. La Web3 propone un nuevo contrato entre tecnología y sociedad: un Internet gobernado por sus usuarios, construido sobre infraestructuras abiertas y con soberanía individual por diseño.

Diferencias entre Web 2.0 y Web3

Control de datos: de la custodia centralizada a la soberanía digital

La diferencia más visible entre ambas etapas de Internet reside en la gestión de los datos.


En la Web 2.0, los usuarios entregan su información a plataformas centralizadas (Google, Meta, Amazon, etc.), que la procesan, almacenan y monetizan. Cada vez que abrimos una cuenta, dejamos en manos de terceros nuestra identidad y nuestros hábitos.

En la Web3, esa lógica se invierte. Gracias a tecnologías como blockchain y las credenciales verificables, los datos dejan de estar encerrados en servidores privados y pasan a ser gestionados directamente por sus propietarios. Cada usuario puede decidir qué información comparte, con quién y en qué condiciones, utilizando mecanismos criptográficos que garantizan autenticidad sin revelar más de lo necesario.

Este modelo no solo protege mejor la privacidad, sino que cambia las reglas de la confianza digital: la verificación ya no la realiza una plataforma central, sino una red descentralizada que valida los datos de forma abierta y segura.

Modelo de negocio: economía del dato vs economía del usuario

El éxito de la Web 2.0 se construyó sobre un modelo en el que los datos personales se convirtieron en el principal activo. Las plataformas centralizadas ofrecían servicios gratuitos a cambio de información que luego monetizaban mediante publicidad y algoritmos de recomendación, concentrando poder y beneficios en unas pocas manos.

La Web 3 propone un cambio de paradigma: pasar de una economía basada en la explotación del dato a una economía del usuario. En este nuevo entorno, el valor se reparte entre quienes realmente contribuyen a la red. Herramientas como los tokens, los NFTs o los contratos inteligentes permiten recompensar de forma directa la participación y la aportación de valor en comunidades o proyectos. Es el nacimiento de una economía más justa y descentralizada, donde el usuario se convierte en coprotagonista y, en muchos casos, en “accionista digital” de las plataformas que utiliza.

Un buen ejemplo de este modelo son las DAOs (Organizaciones Autónomas Descentralizadas), que sustituyen las estructuras jerárquicas tradicionales por sistemas de gobernanza colectiva. En ellas, cada token da derecho a voto y las decisiones se toman de forma transparente, según la voluntad de la comunidad.

Gobernanza y participación: del usuario pasivo al coproductor

En la Web 2.0, los usuarios eran productores de contenido, pero sin poder sobre las normas del juego: las plataformas decidían cómo se gestionaban los datos, qué se mostraba o cómo se monetizaba. La Web 3 cambia ese equilibrio. Aquí, los usuarios no solo participan, sino que cogobiernan los espacios digitales en los que actúan.

Mediante sistemas de gobernanza descentralizada, los proyectos Web 3 funcionan como verdaderos ecosistemas vivos, donde las actualizaciones, la gestión de fondos o las nuevas funcionalidades se deciden por votación abierta y registrada en blockchain. Este modelo promueve la transparencia, la corresponsabilidad y la participación activa, pilares de una economía digital más democrática y colaborativa.

Qué tecnologías componen Web3

Detrás del concepto de Web3 hay un conjunto de tecnologías que trabajan en capas, formando una arquitectura común orientada a la confianza, la interoperabilidad y la descentralización.

Infraestructura: blockchain, contratos inteligentes y oráculos

Blockchain es la base de todo. Se trata de un registro distribuido donde cada bloque contiene información verificable y enlazada criptográficamente con el anterior. Esta estructura garantiza que, una vez alcanzado el consenso, los datos no puedan ser alterados.

Sobre ella operan los contratos inteligentes (smart contracts), programas autoejecutables que permiten automatizar acuerdos entre partes sin necesidad de intermediarios. Esto abre la puerta a infinidad de aplicaciones: desde pagos automáticos hasta sistemas de votación, trazabilidad o gestión de identidades.

Los oráculos, por su parte, son los encargados de conectar el mundo real con blockchain. Proveen datos externos (como precios, clima o resultados) para que los contratos inteligentes actúen en función de información verificada. Sin ellos, el ecosistema Web3 quedaría aislado del entorno físico y económico.

Además, están surgiendo infraestructuras más avanzadas, como las redes público-permisionadas, que combinan la transparencia y trazabilidad propias de los sistemas abiertos con la gobernanza y el cumplimiento necesarios en entornos empresariales y administrativos.
En España, este enfoque se materializa en la Infraestructura de Servicios Blockchain de España (ISBE), actualmente en desarrollo. ISBE será un conjunto de redes interoperables que permitirá a administraciones públicas y empresas colaborar en un espacio común, simplificando procesos y garantizando el cumplimiento normativo y la validez legal de los servicios digitales.

Acceso y soberanía: wallets y credenciales soberanas

En la Web3, el wallet (monedero digital) se convierte en la puerta de entrada al nuevo Internet. No solo almacena criptomonedas, sino también identidades, permisos y certificados digitales. Cada usuario tiene su propio “pasaporte digital” desde el que puede interactuar con aplicaciones, firmar transacciones o acreditar información.

Las credenciales soberanas (Self-Sovereign Identities o SSI) refuerzan este modelo al permitir que cada persona gestione y comparta su información de identidad sin depender de intermediarios. Basadas en identificadores descentralizados y credenciales verificables, garantizan autenticidad y privacidad al tiempo que devuelven al usuario el control total sobre sus datos: es él quien decide cuándo y con quién los comparte. Todo ello bajo el marco del Reglamento eIDAS2, que impulsa en Europa un sistema de identidad digital más seguro, interoperable y centrado en el ciudadano. Así, un ciudadano puede demostrar su titulación o residencia sin compartir datos personales innecesarios, mientras una empresa valida esos atributos de forma instantánea.

Este modelo de identidad digital soberana representa uno de los mayores cambios culturales en la historia de Internet: la privacidad y el control dejan de ser concesiones y pasan a ser derechos integrados en el diseño del sistema.

Aplicaciones: DApps, NFTs, DAOs y votaciones digitales

Las DApps (aplicaciones descentralizadas) son el equivalente Web3 a las apps móviles o plataformas tradicionales, pero sin intermediarios. Se ejecutan sobre blockchain, lo que garantiza transparencia y resistencia a la censura.

Los NFTs (tokens no fungibles) van mucho más allá del arte digital: ya se utilizan para acreditar certificaciones académicas, títulos de propiedad o licencias profesionales. En el ámbito institucional, permiten crear sistemas de registro más seguros y verificables.

Las DAOs, mencionadas antes, son comunidades digitales que operan de forma autónoma, con reglas predefinidas por contratos inteligentes. Representan una nueva forma de organización, más transparente y colaborativa.

También ganan terreno las votaciones digitales verificables, que pueden aplicarse a consultas ciudadanas o procesos internos de empresa, garantizando integridad y anonimato sin intermediarios.

En conjunto, estas herramientas construyen un Internet donde la interacción digital tiene valor jurídico, económico y social.

Casos en España y Europa

Iniciativas institucionales

Europa ha comprendido que la soberanía digital es una cuestión estratégica. La European Blockchain Services Infrastructure (EBSI), promovida por la Comisión Europea, busca crear una red común de servicios públicos basados en blockchain, garantizando interoperabilidad y confianza transfronteriza.

En España, este camino se refuerza con ISBE, concebida como una infraestructura nacional impulsada por la Comunidad de Madrid y Alastria, ISBE aspira a convertirse en la base tecnológica que conecte la innovación con la regulación, reforzando la soberanía digital y la competitividad del país dentro del marco europeo, integrando cumplimiento regulatorio por diseño (RGPD, eIDAS2, NIS2, MiCA, DORA…).

Además, los proyectos RETECH impulsan el despliegue de infraestructuras tecnológicas regionales para fomentar la innovación descentralizada. Estos programas, financiados por fondos europeos, promueven una adopción equilibrada de la Web3 en todo el territorio.

Con estas iniciativas, Europa no solo regula, sino que construye su propio modelo digital basado en confianza, transparencia y cumplimiento legal.

Startups y proyectos Web3 destacados

El ecosistema emprendedor español está demostrando una notable capacidad para aprovechar las oportunidades de la Web3. Startups como Criptan o Bit2Me están abriendo el camino en el ámbito financiero, facilitando el acceso regulado a activos digitales. Aragón, por su parte, es pionera mundial en gobernanza descentralizada, proporcionando herramientas para crear DAOs de forma sencilla y segura.

Otros proyectos como Talent Protocol exploran nuevos modelos de reputación y financiación profesional mediante tokens, mientras que empresas tecnológicas y consultoras nacionales experimentan con identidades digitales verificables, tokenización de activos inmobiliarios o sistemas de trazabilidad sostenible en cadenas de suministro.

Estas iniciativas muestran que la Web3 no es una promesa futura, sino una realidad en expansión que ya genera valor económico y social.

Hacia un Internet más libre, seguro y humano

El paso hacia la Web3 no será solo técnico, sino también cultural y regulatorio. Europa, consciente del riesgo de dependencia tecnológica frente a potencias como EE. UU. o China, apuesta por un modelo basado en infraestructuras abiertas, estándares comunes y cumplimiento normativo.

Normativas como MiCA (Markets in Crypto Assets), DORA (Digital Operational Resilience Act), Data Act o el nuevo eIDAS2 establecen un marco claro para garantizar que la innovación avance de forma segura y legalmente válida. En este contexto, proyectos como ISBE o EBSI funcionan como piezas clave de la soberanía digital europea.

Estas infraestructuras no solo permiten nuevos servicios, sino que crean un entorno de confianza en el que empresas, ciudadanos y administraciones pueden interactuar con garantías, reduciendo costes y barreras.

La Web3 representa el siguiente paso lógico en la evolución de Internet: un entorno donde la confianza está en el código, la identidad pertenece al usuario y la transparencia sustituye a la intermediación.

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Foto de Redacción ISBE

Redacción ISBE

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Proyecto ‘INFRAESTRUCTURA DE SERVICIOS BLOCKCHAIN DE ESPAÑA (ISBE)’, en el marco del Convenio de Colaboración firmado entre la Comunidad de Madrid y Consorcio Red Alastria, dentro del Programa de Redes Territoriales de Especialización Tecnológica en el Marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia – financiado por la Unión Europea – Next Generation EU.